CUANDO MENOS ES MÁS
‘’Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.’’ (Salmo 51:17)
El Reino de Dios ES tan grande, tan maravilloso, que no existen palabras para expresar y definir su inmensidad y gloria. Extremadamente contraveros y completamente alejado de los patrones habituales. Josué y El pueblo que lideraba derribaron las murallas de Jericó a través de ‘gritos’. Dios llamó para ser rey de la nación a un pequeño y rubio pastor llamado David, en lugar de a sus fuertes y experimentados hermanos mayores. El propio rey David, llamado El ‘hombre conforme AL corazón de Dios’ fue un asesino, un adúltero, se deprimió por momentos y en otras rompió con todas las costumbres de la época.
Después, aparece Jesús, El Rey de Reyes y Señor de Señores, irónicamente, naciendo en una pequeña ciudad interior, en un lugar donde prácticamente habitaban más animales que personas, testificando a todos sobre su venida al mundo. Tras crecer y desarrollarse, empieza a predicar cosas chocantes para todos: ‘bienaventurados los que lloran, los pobres, los perseguidos, etc’ o cosas como ‘es necesario nacer de nuevo’ o aún mejor ‘coman de mi cuerpo y beban de mi sangre’.
Tras unos años de estas enseñanzas promovidas por Jesús, aparece el apóstol Pablo, diciendo a las personas que ‘cuando es débil, entonces es cuando realmente es fuerte, y viceversa.’ Que Reino y que Palabra tan impresionantes!
Una de las mejores historias narradas por Lucas en el capítulo 14 del Evangelio narrado por él, nos muestra a gran cantidad de ricos colocando grandes cantidades de dinero en el arca de las ofrendas, y seguidamente, una mujer simple colocando dos monedas tan solo, y tras verlo, Jesús afirma: ‘Esta viuda pobre ha dado más que todos los demás ricos, pues ellos dieron lo que les sobraba y ella todo el sustento que tenía.’
En el Reino no importa la cantidad ofrecida, no importa la cantidad de tiempo, la capacidad intelectual, el poder social, o cuantas cosas tengas para ofrecerle a Dios. Lo que importa es el corazón, y con qué intención haces todas esas cosas. En las matemáticas de Dios, la cantidad no, pero la actitud y la calidad es lo que marcarán siempre la diferencia.
Nunca piense que no tiene nada o mucho que ofrecerle a Dios. Si su deseo es entregarse, server, trabajar y disponerse para su obra, simplemente dígale, ‘Señor, no tengo apenas nada, más lo que tengo, lo deposito en tus manos.’ Y el resto, deja que Dios lo haga a su tiempo y a su manera. El requisito para servir a Dios no es la capacidad, sino el deseo.
Un fuerte abrazo.
Gracia y Paz sea con todos.
Pr. Juan Manuel Vaz Salvador.